miércoles, 7 de noviembre de 2012

Mitos infantiles



Yo – muy ignorante – no sabía que los baobabs eran árboles de verdad, que existían. No sé bien que creía, si eran míticos, si estaban extintos, ni sé en que parte del cerebro tenía esa información ni cuán distorsionada estaba la misma; sinceramente nunca pensé nada hasta que me llevé la sorpresa hace poco. Mi hermano se ha encargado de darme unos champús muy especiales y yo feliz me los echo, y como soy de los que acostumbran leer los ingredientes de las cosas mientras comen, de las cremas mientras se las echan y del champú mientras se bañan, casi no lo puedo creer cuando leí en mi último frasco: BAOBAB EXTRACT en la lista de los componentes. ¿Queeeé? ¿Los baobabs no existían sólo en El Principito?  Pués para los ignorantes como yo, aquí van estas palabras de aliento: resulta que son árboles que crecen en África, hay 8 especies distintas, son gigantes, hermosos y casi sagrados.

Historias de mitos infantiles tengo muchas y muy buenas, como la de mi compañera del colegio que creía que el chavo del 8 bajaba por el barril  a una casa con papás, comida, cama, juguetes, etc. mejor dicho, el barril era la puerta de entrada a un paraíso; o la otra compañera (y éstas eran chicas inteligentes, créanme)  que creía que el ratón Pérez era en su casa porque ese era su apellido, pero que en las demás casas era el ratón Pareja, Botero, Mejía, etc. O como el de mi hermanito menor que cuando tenia 3 años dijo un día que mi otro hermanito (2 años mayor que él) ya era grande porque ya había aprendido a roncar…

Yo sé que ya no estoy chiquita como para calificar en ¨mitos infantiles¨, pero como relaciono los baobabs con la lectura del Principito, me acomodo ahí bajo esa categoría, me río de mi  misma y se los comparto aquí.

sábado, 20 de octubre de 2012

Aquí se dice...

A pesar de hablar el mismo idioma, todos nos expresamos de formas distintas según muchos factores: las adaptaciones que nuestros antecesores le hayan hecho a éste, el modo en que nos crían, las disposiciones que traemos en los genes, la facilidad que tengamos para hablar de cierta forma, entre otros; el más determinante de todos es el tipo de contacto y exposición que se tenga con la lengua materna en la primera infancia (mejor dicho, lo que uno oye en la casa donde se cría, la forma de expresarse de los adultos significativos,el acento, expresiones usadas, etc.).

El bagage que se adquiere en los años de la infancia es la herramienta comunicativa que nos acompaña el resto de la vida, teniendo en cuenta que se puede ampliar y mejorar por medio de otros referentes como la lectura, los medios y el contacto con otras personas, pero hay cosas que permanecen y que no deberían cambiarse. Hay modificaciones que algunos deciden incluir con el fin de pulir su forma de expresarse y lo que logran es transformar totalmente su conversación fluida del día a día (esto no aplica para conversaciones formales en las cuales es necesario buscar la mejor manera de hacerlo)en algo muy poco auténtico.

Es común ver como algunos hacen variaciones al lenguaje que utilizaban en su familia, otros incluyen términos mas sofisticados o importados de otros idiomas o de otros lugares, pero lo que uno aprendió en su casa, debería ser lo que utilice para comunicarse toda la vida. Esta lista no pretende decir cual es la forma correcta o incorrecta de hacerlo, es la que utilizamos los que nos criamos aquí*.

* (por ¨aquí¨ entiéndase Antioquia).


Aquí se dice...

charro o gracioso en lugar de chistoso
poner en lugar de colocar
escoger en lugar de elegir
empezar en lugar de comenzar
hundir en lugar de espichar o presionar
hacer falta en lugar de extrañar, en lugar de echar de menos
pararse en lugar de ponerse (colocarse) de pie
caer en cuenta en lugar de caer en la cuenta
entrar en lugar de ingresar
aburridor en lugar de aburrido
de sobra en lugar de ¨de vicio¨
jalar en lugar de halar
mandar en lugar de enviar
remedio en lugar de medicina
dañar en lugar de arruinar
oir en lugar de escuchar
mercar en lugar de hacer mercado
chicanear en lugar de alardear
contemplar en lugar de consentir
horrible en lugar de terrible
coger en lugar de tomar
demorar en lugar de tardar
acordar en lugar de recordar
entender en lugar de comprender
tratar o bregar en lugar de intentar
perdón en lugar de lo siento o lo lamento
celular en lugar de móvil o equipo ( o la  marca)
problema en lugar de dificultad, en lugar de inconveniente
charla en lugar de broma
¡au! en lugar de ¡Ouch!
¡fo! en lugar de ¡of!
¡uf! en lugar de ¡puf!
(entre otros miles que no caben aquí)

Esta entrada no pretende ser antioqueñista y está inspirada por:

  • Mis hijos, que a causa de la televisión y los doblajes mexicanos, hablan muy charro.
  • Amigos y conocidos que creen que es muy sofisticado incluir en su vocabulario palabras bogotanas  o de otros países y no se dan cuenta que lo que dicen se oye raro y postizo.
Ojalá recuerden cómo se hablaba en su casa y lo hagan como antes, ¡sin pena!

lunes, 3 de septiembre de 2012

La vida con lo que traiga...


Ser padre es el éxtasis para cualquier ser humano medianamente sensible. Nada se quiere con el amor que se quieren los hijos. Sin dejar de ser la mayor felicidad, los hijos duelen toda la vida y por muchas razones: porque se enfermen, porque sufran, porque las cosas no salgan como ellos sueñan, porque se burlen de ellos, porque los excluyan, porque les digan cosas duras, entre miles.

Los afortunados que trabajamos con niños sabemos como nadie lo que es estar expuesto a dosis infinitas de alegría y amor  todo el tiempo, a explosiones de afecto y ternura sin límites. Tener su compañía  nos da fuerza y de ellos nunca  tenemos demasiado. Vivimos en renovación permanente y somos nosotros los que aprendemos de la lucidez innata de nuestros pupilos; nos enseñan a ver la vida con gran sencillez y desprevenidamente.  Si además de ayudar a educar los ajenos, tiene uno la fortuna inmensa de tener los propios, entiende en carne propia que es obvio que los padres queramos todo el bienestar posible para nuestros hijos. Lo que  cuesta creer es que haya tantos padres que actúen -consciente o  inconscientemente- con la intención de llenar la vida de sus hijos de "felicidad", disfrazando la realidad, ¨facilitándoles¨ las cosas, sin pensar que así lo único que están haciendo es volverlos incapaces de valerse por sí mismos.

Como padres cometemos errores todo el tiempo; la paternidad es un terreno inestable, en el que se experimentan frustraciones y satisfacciones sin parar. Sin duda el error más común de los padres en la crianza de los hijos es tratar de evitarles cualquier tipo de sufrimiento y tropiezo que puedan tener; la sobreprotección es un poderoso enemigo de lo que los maestros pretendemos lograr con los niños: que aprendan a discernir, a expresar lo que sienten, a valerse por si mismos, a relacionarse armoniosamente con los demás, sorteando las dificultades normales que trae consigo la vida en sociedad. Si bien es necesario hoy en día contar con el interés de los padres (cada vez más ocupados, más distantes, menos dispuestos) no es nada alentador encontrar que los padres están volcando su atención a compensar el tiempo -cada vez mayor- de ausencia en el hogar, haciéndoles todo a sus hijos, sin dejarlos experimentar y pasar por la vida con todos sus bemoles. El resultado de este fenómeno es un amplio abanico de conductas: niños inseguros, resentidos, conflictivos, llenos de temores, niños incapaces de expresar lo que sienten, de resolver situaciones, niños tiranos, dominantes, por sólo mencionar algunos. Es común ver padres que además de ser los causantes de muchas de estas conductas, se quejen de lo que han resultado siendo sus hijos.

Si en lugar de ponerles lastres le damos alas, seremos padres consecuentes, los principales  interesados en darle a nuestros hijos las herramientas  necesarias para que sepan desenvolverse en el mundo al que los trajimos. La vida debería ser un camino fácil para todos, sin importar la edad y la dimensión de los problemas, pero sabemos que no es así, y al quitarles de ese camino todo obstáculo que resulte no les estamos haciendo ningún  beneficio como podría pensarse sino un mal inmenso: los estamos haciendo ineptos, dependientes, mediocres, inseguros y por ende, infelices.

En este link hablan también del tema:

http://www.semana.com/vida-moderna/autonomia-para-ninos-dejenlos/182896-3.aspx

miércoles, 20 de junio de 2012

Home sweet home

Siempre me ha impresionado mucho que la gente no sienta un vínculo muy fuerte con su casa: que les parezca aburridor quedarse en ella, que les dé lo mismo lo que ahí tienen, que no cuiden lo poco o mucho que tengan a su alrededor, que no le impriman toques de su historia al espacio que habitan. Yo siempre he querido mucho mi casa, el lugar donde he vivido con mi familia, sola, en pareja. Antes no dependía de mi la elección, pero por lo menos mi espacio privado lo he tenido siempre como he querido: viendo lo que me gusta ver cuando abro los ojos en la mañana, teniendo mis cosas en el orden que me gusta, poniendo objetos que me hagan la vida mas agradable; soy muy casera, adoro estar en mi casa y es por eso que desde que pude elegir mi lugar para vivir me he empeñado en encontrar un lugar del cual me enamore a primera vista. Es así como he tenido ya varios amores, pero el último me tiene  especialmente feliz pues tiene un encanto único: ahora mi vista es un enorme guadual por el que pasa una quebrada con su arrullo, el viento fresco entra dando vueltas por  todos los rincones, me despierta el  escándalo de las parejas de guacamayas que irrumpen desde lejos por la mañana y son mi espectáculo favorito al final de la tarde.

Yo en mi casa no quiero tener cosas que no me gusten, que no signifiquen nada para mí, ni quiero tener cosas puestas simplemente porque el consumismo así lo impone, pero que realmente yo no necesito ni disfruto. Siempre quiero sentirme en mi casa tan cómoda y tan feliz que no quiera salir de ahí; me paso pensando en qué arreglar, qué cambiar, qué puede tener otro uso, etc. Para mí la casa es - sin lugar a dudas - el lugar más importante y significativo, donde uno puede ser lo que es, estar tranquilo, pensar, refugiarse, querer. El encanto de una casa nada tiene que ver con la capacidad económica del dueño pues  sin recuerdos, sin espíritu, sin detalles, no se tiene nada. Hay casas llenas de cosas ostentosas que finalmente se perciben vacías, llenas de opulencia y sin carácter. El encanto de la austeridad y la practicidad se conjugan con el sentir para lograr tener una casa acogedora. Me encanta conocer casas donde la gente realmente vive y eso puede sentirse al entrar por la puerta; otras en cambio, no tienen ni el más mínimo calor de quienes la habitan: esas me resultan invivibles.

Estoy leyendo un libro interesantísimo: "En casa. Una breve historia de la vida privada" de Bill Bryson y es muy bonito ver como la humanidad fué amoldando su lugar de habitación según necesidades, posibilidades  y estilos de vida. Allí he podido constatar que mi relación con la casa no es una obsesión mía, sino algo muy natural que ha estado presente en la humanidad por siglos. Creo entender lo que pasa conmigo: ahora la vida es tan acelerada, la gente piensa tanto en otras cosas (el trabajo, el ejercicio, las compras, etc.) que lo último que quieren es estar en casa. Yo en cambio quiero salir poco, ir a mi trabajo, al mercado, visitar a quienes quiero y el resto del tiempo... estar en casa. (Compruebo una vez más que soy felizmente pasada de moda.)

martes, 21 de febrero de 2012

Primero: ¡La gente!

Hay una situación que me atormenta diariamente y tengo un sentimiento encontrado en cada esquina cuando veo alguna persona repartiendo propaganda de los miles de edificios que están construyendo en esta ciudad. La cosa se repite cuando llego a un semáforo, policía acostado, cruce y encuentro una mano extendida (o varias al tiempo) entregándome un papel de publicidad de un proyecto nuevo que básicamente no me interesa en lo mas mínimo. Siempre les recibo lo que me entregan pués esas manos van acompañadas de caras de cansancio, de tedio, de calor, de frío...

No tengo ni idea de publicidad, pero sí observo mucho a la gente y veo que la mayoría ni siquiera lee lo que dice el papel, algunos incluso no lo reciben, otros sólo lo hojean; hay quienes se enojan con los repartidores y groseramente les cierran la ventana de  inmediato. Yo los recibo y los miro para torturarme, para ver fotos de familias que parecen nórdicas en vez de latinas, nombres de edificios cada vez mas  ridículos y rebuscados, en otros idiomas y con excéntricas comodidades. Como si el desperdicio de papel que se genera fuera poco, éste tiene que ser del más fino, fotográfico, de formatos enormes y grosor opulento, y entonces me pregunto        ¿ Dónde queda la conciencia ecológica que muchos dicen tener?

Digamos que la inutilidad y el despilfarro de estos volantes me resulte increíble, pero lo que realmente me parece inaudito y patético que las soluciones para generar empleo en este país tengan que ser "inventadas" por gente del común -como los constructores y sus publicistas- en lugar de provenir del gobierno como debería ser. A mí personalmente, los proyectos  que se promocionan me resultan antipáticos por ser irracionales, innecesarios y poco pensados (ver la entrada anterior), pero si están dando trabajo a algunas personas lo acepto y lo tolero.

He tratado el tema con mucha gente y tengo algunos amigos que defienden una teoría: si no se les recibe el papel, se creará una barrera y sus jefes dejarán de hacerlo (horror: ¡y de contratarlos!), algo así como dejar a un niño llorar para que se canse y entienda que debe pasar la noche completa dormido. Yo no estoy de acuerdo pués si bien tengo claro que este reciente invento de publicidad directa es muy inútil y anti-ecológico, me alegro por esas personas que antes no tenían ni siquiera ese trabajo, y no quisiera que lo perdieran si eso llegara a pasar. Me parece un trabajo horriblemente duro y por eso los compadezco, les recibo y quisiera recibírselos todos de una vez para que sepan que estoy de su lado, pero no del de sus contratistas. Al hacerlo pienso que si bien me importa un comino lo que esos papeles digan, al recibírselos les ayudo a terminar más rápido su jornada y así puedan recibir los pocos pesos que con seguridad deben pagar las constructoras por estar todo el día al sol y al agua.

A ese particular le encontré una solución medio sensata,  aunque para mí lo mejor sería que no hubiera tantos proyectos, que usaran  medios de publicidad intangibles y que esas personas en vez de repartir "basura fina" tuvieran trabajos dignos. Lo que hago entonces es simple:  recibo siempre los benditos papeles (por lo que explico arriba) y junto muchos que después les entrego a los recicladores de mi casa, que viven de buscar entre las bolsas lo que les sirve para venderlo y poder sobrevivir. Ellos me dicen que ese papel lo venden bien, así que se los doy feliz cuando he juntado suficientes. Así me parece que se cierra una cadena de manera justa con las partes, ambas en desventaja, con serias dificultades para rebuscarse el sustento y a la vez me evito tener tanta rabia con algo que sé que acaba apenas de empezar y  no desaparecerá fácilmente.

¡Qué pena con los ecologistas genuinos! Yo obviamente no lo soy; Yo soy primordialmente defensora de los seres humanos, en este caso  de quienes viven de recuperar y reciclar, por eso para mí primero está la gente.

lunes, 23 de enero de 2012

Medellín ¿IMPARABLE?

Es alarmante la situación que se vive actualmente en las calles de El Poblado y la parte alta de Envigado. El proceso de urbanización  de este sector de la ciudad es claro indicador de un crecimiento desmesurado que a nadie parece importarle y a mí me parece exagerado, innecesario y altamente peligroso (me pregunto,  ¿Qué hacen los que trabajan en planeación? ¿Qué proyectos detienen si es que lo hacen? ¿Bajo qué criterios aprueban o desaprueban proyectos? ). Pienso entonces: ¿De dónde saldrá más gente para habitar esos edificios? ¿Si hay mayor oferta de almacenes, crecerán acaso las posibilidades de gastar de la gente? ¿Necesitamos un supermercado cada 500 metros y un pequeño centro comercial cada kilómetro?  ¿Acaso no necesitamos espacios públicos quienes vivimos en estratos altos? 

En lugar de preocupación- que sería lo más sensato -la gente demuestra orgullo de ver esta ciudad “progresando” , y así poder decir a boca llena que Medellín ha cambiado mucho y está muy bonita. Para mí, eso no es más que el típico regionalismo paisa, que es como el amor, ciego. ¿Es esta saturación bella? ¿No era mucho mejor cuando podíamos disfrutar de paisajes verdes sin salir de la ciudad, cuando veíamos potreros con vacas y caballos en pleno Envigado?  Después de tanto abuso pasa lo inevitable: las calles están cediendo, las aguas subterráneas están saliendo y arrastrando silenciosamente con los lotes, la tierra se está revolcando más de la cuenta y tarde o temprano nos la cobrará sin piedad. Existen lugares de los cuales se sabía abiertamente que nunca podrían ser construidos  por tener  fallas geológicas (el lote de la transversal inferior entre los balsos y el Campestre, a mano izquierda, era un claro ejemplo y ahora es un gran proyecto de 600 apartamentos). ¿Pasará un día lo mismo con el de las monjas de la Enseñanza? Estoy segura de que así será en esta querida Medellín imparable...

Y esto es sólo lo que yo alcanzo a ver diariamente en este sector de la ciudad; bien sé que sucede en otros, en donde los peligros se corren por razones muy distintas y completamente entendibles.