martes, 21 de febrero de 2012

Primero: ¡La gente!

Hay una situación que me atormenta diariamente y tengo un sentimiento encontrado en cada esquina cuando veo alguna persona repartiendo propaganda de los miles de edificios que están construyendo en esta ciudad. La cosa se repite cuando llego a un semáforo, policía acostado, cruce y encuentro una mano extendida (o varias al tiempo) entregándome un papel de publicidad de un proyecto nuevo que básicamente no me interesa en lo mas mínimo. Siempre les recibo lo que me entregan pués esas manos van acompañadas de caras de cansancio, de tedio, de calor, de frío...

No tengo ni idea de publicidad, pero sí observo mucho a la gente y veo que la mayoría ni siquiera lee lo que dice el papel, algunos incluso no lo reciben, otros sólo lo hojean; hay quienes se enojan con los repartidores y groseramente les cierran la ventana de  inmediato. Yo los recibo y los miro para torturarme, para ver fotos de familias que parecen nórdicas en vez de latinas, nombres de edificios cada vez mas  ridículos y rebuscados, en otros idiomas y con excéntricas comodidades. Como si el desperdicio de papel que se genera fuera poco, éste tiene que ser del más fino, fotográfico, de formatos enormes y grosor opulento, y entonces me pregunto        ¿ Dónde queda la conciencia ecológica que muchos dicen tener?

Digamos que la inutilidad y el despilfarro de estos volantes me resulte increíble, pero lo que realmente me parece inaudito y patético que las soluciones para generar empleo en este país tengan que ser "inventadas" por gente del común -como los constructores y sus publicistas- en lugar de provenir del gobierno como debería ser. A mí personalmente, los proyectos  que se promocionan me resultan antipáticos por ser irracionales, innecesarios y poco pensados (ver la entrada anterior), pero si están dando trabajo a algunas personas lo acepto y lo tolero.

He tratado el tema con mucha gente y tengo algunos amigos que defienden una teoría: si no se les recibe el papel, se creará una barrera y sus jefes dejarán de hacerlo (horror: ¡y de contratarlos!), algo así como dejar a un niño llorar para que se canse y entienda que debe pasar la noche completa dormido. Yo no estoy de acuerdo pués si bien tengo claro que este reciente invento de publicidad directa es muy inútil y anti-ecológico, me alegro por esas personas que antes no tenían ni siquiera ese trabajo, y no quisiera que lo perdieran si eso llegara a pasar. Me parece un trabajo horriblemente duro y por eso los compadezco, les recibo y quisiera recibírselos todos de una vez para que sepan que estoy de su lado, pero no del de sus contratistas. Al hacerlo pienso que si bien me importa un comino lo que esos papeles digan, al recibírselos les ayudo a terminar más rápido su jornada y así puedan recibir los pocos pesos que con seguridad deben pagar las constructoras por estar todo el día al sol y al agua.

A ese particular le encontré una solución medio sensata,  aunque para mí lo mejor sería que no hubiera tantos proyectos, que usaran  medios de publicidad intangibles y que esas personas en vez de repartir "basura fina" tuvieran trabajos dignos. Lo que hago entonces es simple:  recibo siempre los benditos papeles (por lo que explico arriba) y junto muchos que después les entrego a los recicladores de mi casa, que viven de buscar entre las bolsas lo que les sirve para venderlo y poder sobrevivir. Ellos me dicen que ese papel lo venden bien, así que se los doy feliz cuando he juntado suficientes. Así me parece que se cierra una cadena de manera justa con las partes, ambas en desventaja, con serias dificultades para rebuscarse el sustento y a la vez me evito tener tanta rabia con algo que sé que acaba apenas de empezar y  no desaparecerá fácilmente.

¡Qué pena con los ecologistas genuinos! Yo obviamente no lo soy; Yo soy primordialmente defensora de los seres humanos, en este caso  de quienes viven de recuperar y reciclar, por eso para mí primero está la gente.