lunes, 3 de septiembre de 2012

La vida con lo que traiga...


Ser padre es el éxtasis para cualquier ser humano medianamente sensible. Nada se quiere con el amor que se quieren los hijos. Sin dejar de ser la mayor felicidad, los hijos duelen toda la vida y por muchas razones: porque se enfermen, porque sufran, porque las cosas no salgan como ellos sueñan, porque se burlen de ellos, porque los excluyan, porque les digan cosas duras, entre miles.

Los afortunados que trabajamos con niños sabemos como nadie lo que es estar expuesto a dosis infinitas de alegría y amor  todo el tiempo, a explosiones de afecto y ternura sin límites. Tener su compañía  nos da fuerza y de ellos nunca  tenemos demasiado. Vivimos en renovación permanente y somos nosotros los que aprendemos de la lucidez innata de nuestros pupilos; nos enseñan a ver la vida con gran sencillez y desprevenidamente.  Si además de ayudar a educar los ajenos, tiene uno la fortuna inmensa de tener los propios, entiende en carne propia que es obvio que los padres queramos todo el bienestar posible para nuestros hijos. Lo que  cuesta creer es que haya tantos padres que actúen -consciente o  inconscientemente- con la intención de llenar la vida de sus hijos de "felicidad", disfrazando la realidad, ¨facilitándoles¨ las cosas, sin pensar que así lo único que están haciendo es volverlos incapaces de valerse por sí mismos.

Como padres cometemos errores todo el tiempo; la paternidad es un terreno inestable, en el que se experimentan frustraciones y satisfacciones sin parar. Sin duda el error más común de los padres en la crianza de los hijos es tratar de evitarles cualquier tipo de sufrimiento y tropiezo que puedan tener; la sobreprotección es un poderoso enemigo de lo que los maestros pretendemos lograr con los niños: que aprendan a discernir, a expresar lo que sienten, a valerse por si mismos, a relacionarse armoniosamente con los demás, sorteando las dificultades normales que trae consigo la vida en sociedad. Si bien es necesario hoy en día contar con el interés de los padres (cada vez más ocupados, más distantes, menos dispuestos) no es nada alentador encontrar que los padres están volcando su atención a compensar el tiempo -cada vez mayor- de ausencia en el hogar, haciéndoles todo a sus hijos, sin dejarlos experimentar y pasar por la vida con todos sus bemoles. El resultado de este fenómeno es un amplio abanico de conductas: niños inseguros, resentidos, conflictivos, llenos de temores, niños incapaces de expresar lo que sienten, de resolver situaciones, niños tiranos, dominantes, por sólo mencionar algunos. Es común ver padres que además de ser los causantes de muchas de estas conductas, se quejen de lo que han resultado siendo sus hijos.

Si en lugar de ponerles lastres le damos alas, seremos padres consecuentes, los principales  interesados en darle a nuestros hijos las herramientas  necesarias para que sepan desenvolverse en el mundo al que los trajimos. La vida debería ser un camino fácil para todos, sin importar la edad y la dimensión de los problemas, pero sabemos que no es así, y al quitarles de ese camino todo obstáculo que resulte no les estamos haciendo ningún  beneficio como podría pensarse sino un mal inmenso: los estamos haciendo ineptos, dependientes, mediocres, inseguros y por ende, infelices.

En este link hablan también del tema:

http://www.semana.com/vida-moderna/autonomia-para-ninos-dejenlos/182896-3.aspx

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